domingo, 13 de septiembre de 2015

SUCEDIÓ ESTE VERANO

Pintura de Ana Barriga


Sucedió este verano. Eran las cinco de la madrugada cuando Sira me despertó de un codazo mientras susurraba con insistencia Hay alguien en la habitación. Abrí los ojos y pude ver en la penumbra la silueta de una persona que se dirigía hacia la puerta. Un instante después, escuchamos como se abría y como se cerraba y como los pasos de aquella persona se perdían por el pasillo del hotel. Ni siquiera nos levantamos. Le dije a Sira que se trataría de alguien que se había equivocado de habitación y, simulando despreocupación, di media vuelta e intenté seguir durmiendo. Me costó cerca de una hora conciliar de nuevo el sueño, notaba el cuerpo de Sira pegado al mío y su agitado pecho al respirar, y la verdad es que aquella silueta no se me iba de la cabeza. Por la mañana le comentamos lo sucedido al recepcionista. Se encogió de hombros y nos dijo lo mismo que yo le había dicho a Sira, que alguien que se habría equivocado de habitación. Después añadió, con indiferencia, que había llaves que podían abrir diferentes cerraduras, que el hotel era muy antiguo, y que había cosas que seguían igual que hace mil años. Mientras nos hablaba, imaginé a ese hombre de rostro enjuto plantado ante nuestra cama en plena noche, mirándonos con sus ojos muy abiertos, abiertos como enormes puertas circulares que llevasen a enormes habitaciones circulares situadas en su cerebro. También imaginé a gente pagando elevadas sumas de dinero por ver a otra gente dormir, personas que sufrieran de insomnio y que necesitasen observar a otras personas durmiendo, soñando, plácidamente, sin temer ni por un momento que los ojos de los demás les pudiesen estar observando en lo más profundo de la noche.

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